“La particularidad de América Latina en los
últimos 10 o 15 años es que este modelo extractivo, esta acumulación por
despojo, esta cuarta guerra mundial ha sido encabezada por gobiernos
progresistas”, dice Raúl Zibechi, periodista e e investigador uruguayo.
El periodista e e investigador uruguayo
Raúl Zibechi estuvo en la XXIV Cátedra Libre Marcelo Quiroga Santa Cruz
“Análisis y alternativas a la dependencia y el extractivismo en el marco
de la crisis económica mundial”, realizada el pasado 16 de febrero en
el Paraninfo de la UMSA, en La Paz. Esta fue su aplaudida intervención:
“Es un honor estar en la Universidad Mayor de San Andrés, que tiene una historia de dignidad, de resistencia y de lucha tan importante. Quiero referirme a los nuevos problemas que estamos viendo del modelo extractivo y los que observamos desde el principio de este modelo, sumado al tema de las alternativas.
Antes quiero hacer dos aclaraciones. Ni el extractivismo ni el capitalismo son modelos económicos. El capitalismo no es una economía, aunque hay una economía capitalista. Y el extractivismo no es una economía, son modelos de sociedad o son entramados que van mucho más allá de la economía. Lo aclaro porque para muchos parecería que se podrían encontrar alternativas económicas al extractivismo solamente, o alternativas al capitalismo solamente, soslayando que el capitalismo es un sistema que no permite desgajar su parte económica del resto de lo que es el sistema.
El extractivismo, parafraseando a un revolucionario ruso, es la ‘fase superior’ o más actual del capitalismo. Por tanto, no podemos aislar lo económico del conjunto del sistema.
Esto es importante resaltarlo porque la derrota cultural que implicó la caída del ‘socialismo real’ se llevó por delante un montón de complejidades que se tenía en su momento y parece que la economía hoy lo es todo. No, la economía es una parte tremenda del sistema que vivimos, pero el sistema no se reduce a su variante económica.
La segunda cuestión es una autocrítica. El análisis del extractivismo ha sido y sigue siendo parcial, incompleta y progresiva. Recuerdo hace 10 o 15 años, cuando empezó el tema de la minería, la soya, dejamos de lado la comprensión de que el extractivismo también es urbano, porque la especulación inmobiliaria urbana es parte del modelo extractivista. Lo hemos ido comprendiendo progresivamente, inicialmente viendo los efectos ambientales o sobre las poblaciones a nivel de enfermedades como efectos de este modelo. Y eso no es algo que haya que dejar de lado. Quiero decir que históricamente hemos ido complejizando la comprensión del extractivismo a medida que este se ha venido implantando y desarrollando estos últimos años.
Ahora que el modelo extractivo está en crisis podemos comprender mejor aspectos que antes no comprendíamos. El historiador marxista Fernand Braudel decía que el momento del naufragio es el momento más importante porque es cuando podemos comprender los fallos de construcción, de ingeniería.
Primer tema
He dicho que el modelo extractivo es algo más que una economía. Sostengo que el modelo extractivo es un modelo de sociedad, de recolonización de nuestras sociedades. El extractivismo incluye, como dice David Harvey, ‘acumulación por desposesión’, es decir, acumulación por despojo o por robo. Pero esto aún es insuficiente, ya que no se reduce a ello.
El zapatismo afirma que cuando uno está en combate puede ver más cosas que en la cotidianeidad, por eso define este período como ‘Cuarta Guerra Mundial’, que la caracterizan como una guerra de los de ‘arriba’, de las multinacionales y de los estados contra los pueblos. Y lo dicen de esta manera: ‘hoy los pueblos son un obstáculo para la acumulación del capital, para el despojo’.
Entonces, estamos en una situación distinta al período anterior de industrialización por sustitución de importación o período desarrollista clásico, donde el obrero era fundamental en la producción y el consumo. Hoy se puede producir casi sin trabajadores y se exporta lo que se cosecha o lo que se extrae a consumidores que no conocemos o directamente a consumidores que no son humanos. La soya va a alimentar ganado, la minería no sabemos ni siquiera a dónde va, en muchos casos va para la elaboración de joyas. Entonces, hay una guerra en curso. En algunas partes del mundo se la ve claramente, Medio Oriente, partes de Asia y África, Siria... Es una guerra contra los pueblos para apropiarse de los bienes comunes, los más importantes: el agua y la tierra. Vaya si esto es importante considerarlo.
Siete características
He dicho que considero que el extractivismo como una reactualización modificada del hecho colonial. En esta dirección, voy a mencionar siete características del modelo extractivista que sistematiza diversos aportes. En primer lugar, el extractivismo implica una ocupación del territorio, ya sea a través de los monocultivos, la minería o los hidrocarburos. En segundo lugar, se establecen relaciones asimétricas entre las grandes empresas transnacionales y los estados y las poblaciones. Los estados eligen de qué lado se colocan y, por la experiencia, sabemos de qué lado lo hacen.
En tercer lugar, el extractivismo ha generado economías de enclave, como en la Colonia: puertos amurallados y las plantaciones, economías de enclave que son como una isla que no derrama riqueza sobre la población sino que son economías autárquicas o volcadas hacia afuera. En cuarto lugar, se registran intervenciones políticas muy potentes de las empresas, en muchas ocasiones aliadas con los estados, que consiguen modificar legislaciones, cooptar municipios, gobernadores y estados.
En quinto lugar, el extractivismo es un ataque fenomenal a la agricultura familiar y a la soberanía alimentaria. Destruye la soberanía alimentaria de los pueblos al atacar directamente la agricultura familiar. Ellos sueñan con un mundo donde no haya campesinos y toda la tierra sea cultivada al estilo Monsanto. Ya no se mueve la tierra, se hace siembra directa. Se meten toneladas de químicos y ahí se cultiva y se cosecha. En Brasil hay fotos de trilladoras que van levantando la cosecha de soya y a quinientos metros vienen otras máquinas que van sembrando, en forma de escuadrones aéreos, porque es una guerra contra la tierra y la vida.
En Argentina, uno de los pocos lugares donde se ha podido medir el efecto de este fenómeno, se ha creado el colectivo Médicos de Pueblos Fumigados, entre otros, que han hecho investigaciones en La Pampa y han detectado que en los pueblos rodeados de sojales fumigados los índices de cáncer son cuatro a siete veces superiores a la media nacional. Están matando a la población.
La sexta característica es la militarización de los territorios. Y por último, el extractivismo es un actor total, no solo económico. Ellos hacen sus campos de fútbol para la población orientados a neutralizarla, y eligen o hacen elegir a los gobernadores o alcaldes que más les interesan. No es un actor económico, es un actor político, social, cultural, y por supuesto también económico.
El extractivismo va de la mano de lo que un filósofo italiano, Giorgio Agamben, denomina ‘estado de excepción permanente’. Allí donde se instala el modelo extractivo, las leyes, las protecciones legales a las poblaciones desaparecen. Entonces, este estado de excepción permanente es parte de este modelo.
La particularidad de América Latina en los últimos 10 o 15 años es que este modelo extractivo, esta acumulación por despojo, esta cuarta guerra mundial ha sido encabezada por gobiernos progresistas. Nunca nos hubiéramos imaginado que los gobiernos progresistas iban a encabezar esta agresión contra los pueblos.
La particularidad de que el modelo extractivo de cuarta guerra mundial la encabecen los gobiernos progresistas ha sido un tsunami, un shock para los pueblos explotados y oprimidos de América Latina porque no lo esperaban, porque vino acompañado de un discurso descolonizador como el Sumaj Qamaña, el Buen Vivir, pero para hacer lo mismo que antes. Entonces, los pueblos no se recuperan de semejante golpe en dos días. Es una nueva realidad que hay que asimilar.
El año 2005, en Brasil existía un debate con los Sin Tierra y el coordinador del movimiento decía: ‘Estos tipos son unos burros’. Hablaba del gobierno de Lula. ‘No entienden que Brasil no puede ser un país exportador de soya y de mineral de hierro’. Bueno, hoy nos damos cuenta de que no eran ‘burros’. Ese era su proyecto político, su modelo de sociedad.
“Anomalías” del extractivismo
Es necesario establecer vínculos entre el modelo extractivo y algunas ‘anomalías’ que se dan en estos gobiernos. Por ejemplo, ¿qué relación hay entre extractivismo y corrupción? ¿No actúan los gobiernos progresistas al modo extractivo? La cultura extractiva ha sido asumida en todos los escalones del aparato estatal. ¿Qué relación hay entre instituciones débiles y vulneradas, la ‘tiranía del Estado de derecho’ le llama Luis Tapia, y el modelo extractivo? Dicho de otro modo, ¿por qué los gobiernos actúan casi de la misma manera que las empresas transnacionales? Vulneran instituciones, pasan por encima de ellas. Evidentemente lo que hay es una cultura política extractiva que se ha ido infiltrando en todos los aspectos de la sociedad y los gobiernos. ‘Vamos a hacerlo a nuestra manera, total no importa’. Esto me parece muy grave. No se esperaba que llegaran a estos niveles.
¿Qué relación hay entre el modelo extractivo y esta tremenda expansión del consumismo? La cultura obrera de los años 50 y 60 en América Latina era una cultura de trabajo y de austeridad. Los obreros no despilfarraban, no se endeudaban del modo masivo como lo hacen hoy. Esta es una cultura nueva del capitalismo en su etapa financiera.
El extractivismo es parte del dominio del capital financiero actual. Entonces, estamos ante una expansión exponencial del consumismo, mientras nuestros jóvenes no tienen empleo digno porque el extractivismo no genera empleo digno. Los bonos, las políticas sociales, vienen a tapar agujeros que el modelo extractivo implanta. En el modelo fabril —y no lo estoy defendiendo—, los trabajadores y sus familias llegaban de las áreas rurales, comenzaban como peones a trabajar en la industria o en la construcción y a lo largo de una vida terminaban como obreros calificados y sus hijos en sus estudios secundarios y en la universidad. Era un modelo de integración y naturalmente estar en la fábrica o en el trabajo te daba derecho a la vivienda, a la educación y a la salud.
Hoy en día desaparecieron todos esos derechos y solamente hay beneficios que no son constitucionales. De manera que viene otro gobierno y los puede anular. El Plan Bolsa Familia, que llega a 50 millones de brasileños, no es una ley, es un beneficio que le da el Gobierno a las familias. Un beneficio tramposo. Un beneficio que se lo ingresan en el banco todos los meses y por tener esa cuenta puede tener tarjeta de crédito. Entonces, las familias van y compran y el Gobierno fomenta eso. Y al cabo del ciclo político del PT, que está terminando, esa familia está endeudada. El 48% de los ingresos de las familias brasileñas es para pagar deudas. ¿Qué han comprado?: un televisor plasma, una moto, un carro, lo que sea, están endeudados y no han modificado su situación estructural, siguen siendo vendedores ambulantes, trabajadores precarios en pésimas condiciones. Ese es el modelo extractivo. Este modelo necesita estas políticas sociales.
Para terminar de explicar las cosas nuevas que va mostrando el extractivismo, hemos descubierto recientemente, gracias a estudios que se han hecho en Brasil y en Uruguay, que es mentira que los gobiernos progresistas hayan disminuido la desigualdad. Las encuestas de hogares estudian el universo de los asalariados y, como se han colocado impuestos a los salarios, es posible transferir ingresos de los salarios más altos a los más bajos. Pero si se incluyera en los análisis al 1% de los más ricos, ese 1% no perdió poder, tiene la misma o más renta que al comienzo del ciclo progresista. Y ahora que viene la crisis, ellos crecen aún más.
Todo esto lo comprendemos ahora que el ciclo progresista está haciendo aguas: la desigualdad tampoco cayó.
Alternativas al extractivismo
No hay alternativas al extractivismo en tanto la ‘salida’ sea la ‘industria’, el ‘salto industrial’. No es posible. Qué van a hacer con el hierro, ¿altos hornos de fundición para exportarle a China que produce la mitad del acero del mundo? Es ilógico y no tiene sentido este proyecto industrializador. Porque además va a contramano de los procesoS y tendencias actuales de la economía. Hoy el taller del mundo es Asia. La sustitución de importaciones fue posible en un momento particular. Hoy esto no es posible. La industria no es la salvación. Y si hablan de industria en este momento en Bolivia, no es posible.
Lo segundo, no hay alternativas económicas al extractivismo, sino alternativas de un nuevo poder, de una nueva cultura, de una nueva sociedad, de nuevos modos de vida. Porque algunos critican el extractivismo y piensan que el extractivismo es algo que sucede en las minas o en los cultivos de soya. Pero estamos atravesados de extractivismo y no podemos salir del extractivismo con los niveles de consumismo actuales, con los modos de vida que tenemos hoy. Es imposible.
Finalmente, no se sale del extractivismo sin crisis, pero a su vez si no salimos vamos de cabeza a una crisis fenomenal: crisis política, crisis social, crisis sanitaria y ambiental. Hace dos años la Organización Mundial de la Salud definió que los antibióticos están en el límite de su eficiencia, que van a dejar de ser eficientes. ¿Y qué sería de la salud sin antibióticos?
Salir del modelo extractivo implica una profunda reconversión de nuestras sociedades y no podemos salir sin crisis, porque para salir del extractivismo hay que derrotar política, social y culturalmente, por la fuerza, a ese 1% de ricos y a los aparatos estatales que los apoyan. Porque los aparatos estatales duros están al servicio de este 1%. ¿O nos hemos olvidado que el Estado es un Estado de clase? El Estado es un Estado de clase. El Estado sirve a una clase. El Estado no se refunda por poner un nombre en la fachada de un ministerio, o una bandera de otros colores. El Estado es mucho más que eso, y no estoy en contra de que se cambien nombres y colores de banderas. Entonces, salir del extractivismo implica derrotar al sistema financiero, a ese 1% que domina el mundo y cada uno de nuestros países.
Por último, no podemos pensar alternativas en el marco del Estado-nación. Silvia Rivera Cusicanqui decía que el Estado-nación es una camisa de fuerza para los movimientos indígenas. Diría más, el Estado-nación es una camisa de fuerza para las luchas.
Es necesario que repensemos al Estado como horizonte emancipatorio. Es una incitación a reflexionar y discutir colectivamente porque, si algo nos hace falta hoy es debatir, y vaya si el extractivismo ha infiltrado nuestras universidades, nuestros partidos de izquierda y sindicatos. Hoy tener un cargo es tener las manos libres para ‘extraer’, porque la corrupción es parte del extractivismo. Nos hace falta recuperar aquel espíritu de los años 60 y 70, de Marcelo Quiroga, de René Zavaleta y de tantos otros que ya no están, recuperar la capacidad de discutir, recuperar el pensamiento crítico y por lo tanto autocrítico, que hoy tantos han abandonado. Muchas Gracias”.
“Es un honor estar en la Universidad Mayor de San Andrés, que tiene una historia de dignidad, de resistencia y de lucha tan importante. Quiero referirme a los nuevos problemas que estamos viendo del modelo extractivo y los que observamos desde el principio de este modelo, sumado al tema de las alternativas.
Antes quiero hacer dos aclaraciones. Ni el extractivismo ni el capitalismo son modelos económicos. El capitalismo no es una economía, aunque hay una economía capitalista. Y el extractivismo no es una economía, son modelos de sociedad o son entramados que van mucho más allá de la economía. Lo aclaro porque para muchos parecería que se podrían encontrar alternativas económicas al extractivismo solamente, o alternativas al capitalismo solamente, soslayando que el capitalismo es un sistema que no permite desgajar su parte económica del resto de lo que es el sistema.
El extractivismo, parafraseando a un revolucionario ruso, es la ‘fase superior’ o más actual del capitalismo. Por tanto, no podemos aislar lo económico del conjunto del sistema.
Esto es importante resaltarlo porque la derrota cultural que implicó la caída del ‘socialismo real’ se llevó por delante un montón de complejidades que se tenía en su momento y parece que la economía hoy lo es todo. No, la economía es una parte tremenda del sistema que vivimos, pero el sistema no se reduce a su variante económica.
La segunda cuestión es una autocrítica. El análisis del extractivismo ha sido y sigue siendo parcial, incompleta y progresiva. Recuerdo hace 10 o 15 años, cuando empezó el tema de la minería, la soya, dejamos de lado la comprensión de que el extractivismo también es urbano, porque la especulación inmobiliaria urbana es parte del modelo extractivista. Lo hemos ido comprendiendo progresivamente, inicialmente viendo los efectos ambientales o sobre las poblaciones a nivel de enfermedades como efectos de este modelo. Y eso no es algo que haya que dejar de lado. Quiero decir que históricamente hemos ido complejizando la comprensión del extractivismo a medida que este se ha venido implantando y desarrollando estos últimos años.
Ahora que el modelo extractivo está en crisis podemos comprender mejor aspectos que antes no comprendíamos. El historiador marxista Fernand Braudel decía que el momento del naufragio es el momento más importante porque es cuando podemos comprender los fallos de construcción, de ingeniería.
Primer tema
He dicho que el modelo extractivo es algo más que una economía. Sostengo que el modelo extractivo es un modelo de sociedad, de recolonización de nuestras sociedades. El extractivismo incluye, como dice David Harvey, ‘acumulación por desposesión’, es decir, acumulación por despojo o por robo. Pero esto aún es insuficiente, ya que no se reduce a ello.
El zapatismo afirma que cuando uno está en combate puede ver más cosas que en la cotidianeidad, por eso define este período como ‘Cuarta Guerra Mundial’, que la caracterizan como una guerra de los de ‘arriba’, de las multinacionales y de los estados contra los pueblos. Y lo dicen de esta manera: ‘hoy los pueblos son un obstáculo para la acumulación del capital, para el despojo’.
Entonces, estamos en una situación distinta al período anterior de industrialización por sustitución de importación o período desarrollista clásico, donde el obrero era fundamental en la producción y el consumo. Hoy se puede producir casi sin trabajadores y se exporta lo que se cosecha o lo que se extrae a consumidores que no conocemos o directamente a consumidores que no son humanos. La soya va a alimentar ganado, la minería no sabemos ni siquiera a dónde va, en muchos casos va para la elaboración de joyas. Entonces, hay una guerra en curso. En algunas partes del mundo se la ve claramente, Medio Oriente, partes de Asia y África, Siria... Es una guerra contra los pueblos para apropiarse de los bienes comunes, los más importantes: el agua y la tierra. Vaya si esto es importante considerarlo.
Siete características
He dicho que considero que el extractivismo como una reactualización modificada del hecho colonial. En esta dirección, voy a mencionar siete características del modelo extractivista que sistematiza diversos aportes. En primer lugar, el extractivismo implica una ocupación del territorio, ya sea a través de los monocultivos, la minería o los hidrocarburos. En segundo lugar, se establecen relaciones asimétricas entre las grandes empresas transnacionales y los estados y las poblaciones. Los estados eligen de qué lado se colocan y, por la experiencia, sabemos de qué lado lo hacen.
En tercer lugar, el extractivismo ha generado economías de enclave, como en la Colonia: puertos amurallados y las plantaciones, economías de enclave que son como una isla que no derrama riqueza sobre la población sino que son economías autárquicas o volcadas hacia afuera. En cuarto lugar, se registran intervenciones políticas muy potentes de las empresas, en muchas ocasiones aliadas con los estados, que consiguen modificar legislaciones, cooptar municipios, gobernadores y estados.
En quinto lugar, el extractivismo es un ataque fenomenal a la agricultura familiar y a la soberanía alimentaria. Destruye la soberanía alimentaria de los pueblos al atacar directamente la agricultura familiar. Ellos sueñan con un mundo donde no haya campesinos y toda la tierra sea cultivada al estilo Monsanto. Ya no se mueve la tierra, se hace siembra directa. Se meten toneladas de químicos y ahí se cultiva y se cosecha. En Brasil hay fotos de trilladoras que van levantando la cosecha de soya y a quinientos metros vienen otras máquinas que van sembrando, en forma de escuadrones aéreos, porque es una guerra contra la tierra y la vida.
En Argentina, uno de los pocos lugares donde se ha podido medir el efecto de este fenómeno, se ha creado el colectivo Médicos de Pueblos Fumigados, entre otros, que han hecho investigaciones en La Pampa y han detectado que en los pueblos rodeados de sojales fumigados los índices de cáncer son cuatro a siete veces superiores a la media nacional. Están matando a la población.
La sexta característica es la militarización de los territorios. Y por último, el extractivismo es un actor total, no solo económico. Ellos hacen sus campos de fútbol para la población orientados a neutralizarla, y eligen o hacen elegir a los gobernadores o alcaldes que más les interesan. No es un actor económico, es un actor político, social, cultural, y por supuesto también económico.
El extractivismo va de la mano de lo que un filósofo italiano, Giorgio Agamben, denomina ‘estado de excepción permanente’. Allí donde se instala el modelo extractivo, las leyes, las protecciones legales a las poblaciones desaparecen. Entonces, este estado de excepción permanente es parte de este modelo.
La particularidad de América Latina en los últimos 10 o 15 años es que este modelo extractivo, esta acumulación por despojo, esta cuarta guerra mundial ha sido encabezada por gobiernos progresistas. Nunca nos hubiéramos imaginado que los gobiernos progresistas iban a encabezar esta agresión contra los pueblos.
La particularidad de que el modelo extractivo de cuarta guerra mundial la encabecen los gobiernos progresistas ha sido un tsunami, un shock para los pueblos explotados y oprimidos de América Latina porque no lo esperaban, porque vino acompañado de un discurso descolonizador como el Sumaj Qamaña, el Buen Vivir, pero para hacer lo mismo que antes. Entonces, los pueblos no se recuperan de semejante golpe en dos días. Es una nueva realidad que hay que asimilar.
El año 2005, en Brasil existía un debate con los Sin Tierra y el coordinador del movimiento decía: ‘Estos tipos son unos burros’. Hablaba del gobierno de Lula. ‘No entienden que Brasil no puede ser un país exportador de soya y de mineral de hierro’. Bueno, hoy nos damos cuenta de que no eran ‘burros’. Ese era su proyecto político, su modelo de sociedad.
“Anomalías” del extractivismo
Es necesario establecer vínculos entre el modelo extractivo y algunas ‘anomalías’ que se dan en estos gobiernos. Por ejemplo, ¿qué relación hay entre extractivismo y corrupción? ¿No actúan los gobiernos progresistas al modo extractivo? La cultura extractiva ha sido asumida en todos los escalones del aparato estatal. ¿Qué relación hay entre instituciones débiles y vulneradas, la ‘tiranía del Estado de derecho’ le llama Luis Tapia, y el modelo extractivo? Dicho de otro modo, ¿por qué los gobiernos actúan casi de la misma manera que las empresas transnacionales? Vulneran instituciones, pasan por encima de ellas. Evidentemente lo que hay es una cultura política extractiva que se ha ido infiltrando en todos los aspectos de la sociedad y los gobiernos. ‘Vamos a hacerlo a nuestra manera, total no importa’. Esto me parece muy grave. No se esperaba que llegaran a estos niveles.
¿Qué relación hay entre el modelo extractivo y esta tremenda expansión del consumismo? La cultura obrera de los años 50 y 60 en América Latina era una cultura de trabajo y de austeridad. Los obreros no despilfarraban, no se endeudaban del modo masivo como lo hacen hoy. Esta es una cultura nueva del capitalismo en su etapa financiera.
El extractivismo es parte del dominio del capital financiero actual. Entonces, estamos ante una expansión exponencial del consumismo, mientras nuestros jóvenes no tienen empleo digno porque el extractivismo no genera empleo digno. Los bonos, las políticas sociales, vienen a tapar agujeros que el modelo extractivo implanta. En el modelo fabril —y no lo estoy defendiendo—, los trabajadores y sus familias llegaban de las áreas rurales, comenzaban como peones a trabajar en la industria o en la construcción y a lo largo de una vida terminaban como obreros calificados y sus hijos en sus estudios secundarios y en la universidad. Era un modelo de integración y naturalmente estar en la fábrica o en el trabajo te daba derecho a la vivienda, a la educación y a la salud.
Hoy en día desaparecieron todos esos derechos y solamente hay beneficios que no son constitucionales. De manera que viene otro gobierno y los puede anular. El Plan Bolsa Familia, que llega a 50 millones de brasileños, no es una ley, es un beneficio que le da el Gobierno a las familias. Un beneficio tramposo. Un beneficio que se lo ingresan en el banco todos los meses y por tener esa cuenta puede tener tarjeta de crédito. Entonces, las familias van y compran y el Gobierno fomenta eso. Y al cabo del ciclo político del PT, que está terminando, esa familia está endeudada. El 48% de los ingresos de las familias brasileñas es para pagar deudas. ¿Qué han comprado?: un televisor plasma, una moto, un carro, lo que sea, están endeudados y no han modificado su situación estructural, siguen siendo vendedores ambulantes, trabajadores precarios en pésimas condiciones. Ese es el modelo extractivo. Este modelo necesita estas políticas sociales.
Para terminar de explicar las cosas nuevas que va mostrando el extractivismo, hemos descubierto recientemente, gracias a estudios que se han hecho en Brasil y en Uruguay, que es mentira que los gobiernos progresistas hayan disminuido la desigualdad. Las encuestas de hogares estudian el universo de los asalariados y, como se han colocado impuestos a los salarios, es posible transferir ingresos de los salarios más altos a los más bajos. Pero si se incluyera en los análisis al 1% de los más ricos, ese 1% no perdió poder, tiene la misma o más renta que al comienzo del ciclo progresista. Y ahora que viene la crisis, ellos crecen aún más.
Todo esto lo comprendemos ahora que el ciclo progresista está haciendo aguas: la desigualdad tampoco cayó.
Alternativas al extractivismo
No hay alternativas al extractivismo en tanto la ‘salida’ sea la ‘industria’, el ‘salto industrial’. No es posible. Qué van a hacer con el hierro, ¿altos hornos de fundición para exportarle a China que produce la mitad del acero del mundo? Es ilógico y no tiene sentido este proyecto industrializador. Porque además va a contramano de los procesoS y tendencias actuales de la economía. Hoy el taller del mundo es Asia. La sustitución de importaciones fue posible en un momento particular. Hoy esto no es posible. La industria no es la salvación. Y si hablan de industria en este momento en Bolivia, no es posible.
Lo segundo, no hay alternativas económicas al extractivismo, sino alternativas de un nuevo poder, de una nueva cultura, de una nueva sociedad, de nuevos modos de vida. Porque algunos critican el extractivismo y piensan que el extractivismo es algo que sucede en las minas o en los cultivos de soya. Pero estamos atravesados de extractivismo y no podemos salir del extractivismo con los niveles de consumismo actuales, con los modos de vida que tenemos hoy. Es imposible.
Finalmente, no se sale del extractivismo sin crisis, pero a su vez si no salimos vamos de cabeza a una crisis fenomenal: crisis política, crisis social, crisis sanitaria y ambiental. Hace dos años la Organización Mundial de la Salud definió que los antibióticos están en el límite de su eficiencia, que van a dejar de ser eficientes. ¿Y qué sería de la salud sin antibióticos?
Salir del modelo extractivo implica una profunda reconversión de nuestras sociedades y no podemos salir sin crisis, porque para salir del extractivismo hay que derrotar política, social y culturalmente, por la fuerza, a ese 1% de ricos y a los aparatos estatales que los apoyan. Porque los aparatos estatales duros están al servicio de este 1%. ¿O nos hemos olvidado que el Estado es un Estado de clase? El Estado es un Estado de clase. El Estado sirve a una clase. El Estado no se refunda por poner un nombre en la fachada de un ministerio, o una bandera de otros colores. El Estado es mucho más que eso, y no estoy en contra de que se cambien nombres y colores de banderas. Entonces, salir del extractivismo implica derrotar al sistema financiero, a ese 1% que domina el mundo y cada uno de nuestros países.
Por último, no podemos pensar alternativas en el marco del Estado-nación. Silvia Rivera Cusicanqui decía que el Estado-nación es una camisa de fuerza para los movimientos indígenas. Diría más, el Estado-nación es una camisa de fuerza para las luchas.
Es necesario que repensemos al Estado como horizonte emancipatorio. Es una incitación a reflexionar y discutir colectivamente porque, si algo nos hace falta hoy es debatir, y vaya si el extractivismo ha infiltrado nuestras universidades, nuestros partidos de izquierda y sindicatos. Hoy tener un cargo es tener las manos libres para ‘extraer’, porque la corrupción es parte del extractivismo. Nos hace falta recuperar aquel espíritu de los años 60 y 70, de Marcelo Quiroga, de René Zavaleta y de tantos otros que ya no están, recuperar la capacidad de discutir, recuperar el pensamiento crítico y por lo tanto autocrítico, que hoy tantos han abandonado. Muchas Gracias”.
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